
Cuando no sabemos a donde vamos, cualquier camino nos puede
servir. Los cruces del camino dan miedo, da miedo partir, da miedo volver, las
preguntas y las respuestas dan miedo. Si uno no sabe hacia donde se dirige, lo
mejor es dejarse llevar, algo así como que vas flotando en el viento.
A veces hay que desprenderse del equipaje, y como una pluma, dejarse llevar. Un
día viviremos sólo del pasado y para que ese día nos queden unos cuantos
recuerdos, para que ese día podamos decir "yo estuve ahí", para poder
decir "estuve en esa pasión", para poder decir "estuve en tal
pueblo fantasma, en tal amistad, haciendo tal cosa". Para poder hacer todo
eso, es necesario no tenerle miedo a partir, ni a volver. Y es que estamos en
una encrucijada de caminos que parten y que vuelven, si no
sabemos hacían donde ir, hay que dejar que el viento se
encargue.
El viento lleva y a la vez trae. El viento nos
puede llevar a lugares insospechados. Flotando en el aire están todas
las preguntas y con ellas, todas las respuestas. Y, flotando en el viento,
llegaremos a donde debamos estar.
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