
Si uno lo permitiera la vida nos llevaría por el camino que queremos caminar, pero nos cuesta confiar. Nos cuesta darle la mano a la vida y dejarnos conducir; y es tan sencillo, solo se trata de soltar amarras y dejarnos llevar, dejar que el viento nos lleve a donde debemos ir. Porque cuando uno está en el lugar dónde debe estar, todo fluye, todo es como debe ser. La felicidad de cada uno está cerca, al alcance de la mano; la buscamos afuera, lejos, pero está muy cerca, tan cerca que a veces no la vemos. La vida está llena de señales que nos conducen a nuestra felicidad, sólo hay que poder verlas.
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